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miércoles, 20 de julio de 2011

HASTÍO


        HASTÍO

      Ígor Stravinski en Crónicas de mi vida comenta, amargamente, que odiaba las clases, los deberes y que fue uno de los estudiantes más mediocres de su colegio. Como las reprimendas eran frecuentes su aversión al estudió creció y creció. A esto se añadía que durante toda su vida de estudiante no llegó a congeniar con ningún compañero lo que le llevó a experimentar una gran soledad.


  
      – ¿Se relaciona adecuadamente con los compañeros? ¿Siempre, a veces, rara vez o nunca? –pregunta la tutora en la Junta de Evaluación para rellenar el informe individualizado del alumno.
      Se va rellenando alumno por alumno un cuestionario para este fin de lo más ambiguo y subjetivo que cabe imaginarse. Ambiguo por las respuestas extravagantes que se debe escoger y muy subjetivo porque se escoge en función de impresiones, simpatías, de “espera que mire la foto”, y un largo etcétera de chorradas e improvisaciones.
      —Yo diría que rara vez –comenta la profesora de lengua.
      —Sí, es un poco rarito –se suma el de matemáticas.
      —Es un soberbio sabelotodo –se queja el de música.
      —Yo, en las guardias de recreo, veo que habla con todo el mundo. Se relaciona bien y pacíficamente. Rompo una lanza por él –defendió la de biología.
      —Sí, es muy educado. Yo pondría “siempre” –remató la de francés.
      —Bueno, entonces marcamos “a veces”, ni para ti ni para mí –trató de zanjar la tutora.
      —Dile que se peine de otra manera. Con esa raya en medio, esa pinta de cursi y de niño bien no me extraña que no tenga amigos. Fijaos bien, está en su mundo. Para mí que se cree superior –sentenció la de tecnología.
      — ¿Alguna opinión más? Aún nos queda terminar más informes, el tiempo se pasa y ya estamos demasiado con éste –preguntó la tutora mirando a cada uno de los miembros de la Junta severamente.
      Unos de charla, otros rellenando cuestionarios para la siguiente evaluación. Los hay que piensan: “yo ya he hablado bastante”. O: “pon lo que sea, si esto no lo lee nadie”.
      El Jefe de Estudios, un chuletilla prepotente, dedicado a “mis labores” y “no me traigáis problemas” y “apáñatelas como puedas que yo soy músico y toco la flauta” –lo típico—, pone orden con un ladrido.
      —Esto es ridículo –disparó el de educación física—, no sirve para nada. Si no podemos elegir otras respuestas que se ajusten a la realidad de cada alumno y si no se hace un seguimiento continuo del alumno en lo relativo a estas cuestiones para que el informe sea lo más objetivo posible, apaga y vámonos. Si durante el curso no he reflejado sistemáticamente cómo se relaciona este alumno –y por qué— con el resto de sus compañeros, qué voy a decir ahora…
      —Me apunto a lo dicho –sorprende el de religión—, pero quiero añadir que si tenemos que escribir todo, todo, todo, más vale contratar un secretario que nos haga el papeleo porque de lo contrario lo verdaderamente importante, impartir la materia, preparándola bien, actualizándola, actualizándonos y adaptándonos a cada clase se hace casi imposible, pues buena parte del combustible se gasta en burocracia que también puede ser importante, pero todo no se puede. Yo, al menos, no puedo…
       —Somos funcionarios. El papeleo también nos corresponde. Tenemos horas para todo. Si no puedes durante la clase, lo haces después. Nos quejamos mucho, por eso nos quedamos sin combustible –replicó el “mis labores”.
       —Nos vamos por las ramas. Si esto lo va utilizar alguien el año próximo, no es necesario, a mi entender, rellenar, por ejemplo, cómo se relaciona con sus compañeros cada alumna o alumno. Centrémonos en los casos conflictivos y que interesan verdaderamente al tutor y profesores del curso que viene. Veamos: este alumno en cuestión numéricamente está sobre el 6 de media; promociona, pues aprueba todo. Es decir, se supone que las competencias, objetivos –siguiendo los criterios de evaluación y aplicando correctamente los criterios de calificación, etc. — los ha conseguido. Por tanto, nos queda preguntarnos: ¿Hemos tenido que llamar a sus padres por algún comportamiento incorrecto? No. ¿Ha visitado el aula de convivencia? No. ¿Ha sido amonestado verbalmente o por escrito o presentado a la jefatura? No. ¿Qué hacemos perdiendo el tiempo? No debemos confundir el carácter, personalidad y libertad de cada individuo con problemas serios de comStravinsky en la época del estreno de La consagración portamiento y de relación con los demás que sí  que hay que reflejar para ayudar, pero que no sé si estamos capacitados para detectar y menos todavía para solucionarlos. Y así habría que seguir con todo el resto de los informes y sus tontas preguntas y respuestas –expuso, con sus preciosos ojos verdes, la de inglés.
     —Vale. Señalo todos: “siempre”, “a veces”, “rara vez” y “nunca”, así todos en paz –subraya y concluye la tutora.
      



     Ígor Stravinski se licenció en Derecho por la Universidad  San Petersburgo. Creo que se hizo famoso con la música…



Dionisio Abenza López. DIAL 11.

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